“Al final de cada uno de tus miedos está simplemente el temor de que no podrás manejar lo que la vida pueda ofrecerte.” ~ Sussan Jeffers
Antes que el psicólogo y escritor Martin Seligman empezara a estudiar el optimismo y la felicidad, pasó un par de décadas estudiando algo opuesto al optimismo: la impotencia.
Imagina el estudio que realizó con dos perros. A ambos animales les daban pequeños choques eléctricos en intervalos aleatorios. Uno de ellos podía presionar un botón que detenía los choques eléctricos. El otro no tenía dicho botón. El primer perro aprendió rápidamente cómo detener los choques y a estar bien. El otro perro, que no podía hacer nada para detener los impulsos eléctricos, eventualmente se rindió y se acurrucó indefensamente en una esquina mientras los impulsos continuaban.
Esto fue la primera parte del estudio. En la segunda parte, los mismos perros fueron colocados en el mismo ambiente. Esta vez, ambos perros podían fácilmente evadir los impulsos eléctricos. El perro saludable mentalmente rápidamente aprendió el truco y dejó de sufrir. El otro perro, A PESAR QUE AHORA TENIA EL PODER DE CAMBIAR LAS COSAS, se rindió y se acurrucaba en el piso mientras continuaban los impulsos.
El perro aprendió a ser impotente. A los humanos les pasa lo mismo.
Después de haber sido golpeados por la vida tantas veces, aprendemos a ser impotentes y nos rendimos, olvidando que siempre tenemos la posibilidad de elegir una respuesta más eficaz a cualquier reto que estemos enfrentando.
Aprende esto: Elegir acurrucarnos en el rincón (o en la cama) mientras indefensamente dejamos que la vida nos golpee una y otra vez, es la forma más rápida para asegurarnos de que estamos deprimidos y en el proceso destruimos nuestra salud psicológica e inmunológica.
El antídoto?
Tenemos que aprender el Optimismo.