Es algo muy bueno luchar por la perfección y la excelencia. Después de todo, si tratas de alcanzar la luna, aterrizarás entre las estrellas!
Pero si te sientes con derecho a una satisfacción duradera en todos los aspectos de tu vida, puede que esto llegue a causar más daño que bien. Pensar en lo que DEBERIAS haber alcanzado, puede llevarte a un estado de enojo, frustración, tristeza con los demás, contigo mismo o simplemente confusión acerca de lo que salió mal.
Para liberar esta exigencia a la perfección, necesitamos aceptación y claridad acerca de cómo nuestras experiencias no son permanentes. Debemos dejar de lado la idea de que la perfección es un conjunto de circunstancias externas que no cambian y que serán placenteras hoy, mañana y hasta el fin de la eternidad.
Aunque podemos pensar que la reflexión sobre momentos perfectos es algo bueno, esto puede dañar tu capacidad de disfrutar de tu presente. Cada momento vivido, no importa que tan perfecto haya sido, debe desaparecer en el pasado para hacer espacio para el presente.
Hasta que no sueltes el estorbo de la perfección ilusoria que te mantiene encerrado en el sufrimiento, no podrás aceptar, y mucho menos disfrutar, lo que está sucediendo en el momento presente.
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