En 1984, viendo los juegos olímpicos de invierno en la televisión, Rubén González quedó hipnotizado al ver a un pequeño hombre llamado Scott Hamilton ganar la medalla de oro olímpica en patinaje artístico. En ese momento, un imparable sueño olímpico había nacido.
Esta es la historia narrada por Rubén Gonzalez un poco antes del 2,010:
“Cuando vi a Scott tomar la medalla de oro, me dio esperanzas. Si él pudo hacerlo, yo podía hacerlo! Decidí que iba a competir en trineo para los próximos Juegos Olímpicos de invierno, en cuatro años.
A simple vista, se trataba de una idea ridícula. Yo no era un gran atleta y vivía en Houston, no era exactamente una ciudad de juegos de invierno. La mayoría de los competidores serios de trineo habían aprendido el deporte a la edad de diez, y yo tenía veintiún años.
Le escribí a la revista Sports Illustrated y les pregunté dónde podía aprender a competir en trineo. Unas semanas después, me enviaron una fotografía de 8 × 10 de un tipo corriendo en un trineo. Enmarqué esa foto y la colgué en mi cuarto, al lado de mi cama. Todas las mañanas, lo primero que veía cuando me despertaba era El Hombre del Trineo. Lo último que veía en la noche antes de apagar las luces era El Hombre del Trineo. Durante toda la noche soñaba con el trineo y los Juegos Olímpicos. Ver El Hombre del Trineo era un recordatorio constante de que me estaba entrenando para los Juegos Olímpicos. Él me recordaba a comer bien, hacer ejercicio y de juntarme con los ganadores.
Lo curioso es que nunca supe el nombre del hombre en la imagen. Obviamente era un principiante: no tenía bien colocados los dedos, sostiene la cabeza muy hacia arriba, y está vestido con un traje viejo (es bastante claro que ha estado en un montón de accidentes). Es sólo un chico del que probablemente nadie ha oído hablar. Pero nada de eso importaba. Él estaba entrenando en trineo. Para mí, él era El Hombre del Trineo, y su fotografía me ayudó a mantenerme enfocado en hacer lo que tenía que hacer para alcanzar mi sueño.
Y enfocándome en mi sueño, eventualmenre me convertí en El Hombre del Trineo.
Cuatro años más tarde, clasifiqué para el equipo olímpico y competí en los juegos de 1988 en Calgary como un atleta olímpico. Competí nuevamente en Francia, cuatro años más tarde, en 1992 en los juegos de Albertville, y nuevamente en Salt Lake City en 2002, donde, a la edad de treinta y nueve años, fui elegido como uno de los 200 olímpicos que llevaron la famosa antorcha que inicia los juegos y simboliza el espíritu olímpico.
Todavía hay un capítulo más a la historia porque lo estoy haciendo otra vez. En el 2010, voy a estar compitiendo en los Juegos Olímpicos de invierno en Vancouver, convirtiéndome en el primer atleta en competir en cuatro diferentes eventos olímpicos de invierno que abarca cuatro décadas diferentes. A la edad de cuarenta y siete, estaré compitiendo contra atletas que ni siquiera habían nacido cuando yo competía en mis primeros Juegos Olímpicos en 1988.”
La visualización no es una teoría o una idea vaga. Funciona !